Isla de Java: economía y Ramadán

En Indonesia, aparte del transporte, los móviles y los cajeros automáticos, no se ven máquinas, ni en el campo ni en las ciudades. “Aquí lo hacéis todo a mano, ¿no?” El guía local contesta: “Claro. Somos muchos; así la mayoría tiene trabajo.” Agus no ha leído “The end of work” de Jeremy Rifkin, pero tiene las ideas claras en este punto: a más tecnología, menos puestos de trabajo.
   Pensando en términos de demografía me viene a la cabeza aquella frase: “Si criais como conejos, vuestro futuro será como el de los conejos”. Pero me callo. Agus, como el 95% de los 237 millones de indonesios, es musulmán. A pesar de esta abrumadora mayoría, el país siempre ha rechazado convertirse en un estado islámico y el fundamentalismo (con la aplicación de la sharia) solo afecta la zona Aceh de Sumatra.
   Precisamente el 18 de junio ha empezado el Ramadán y el Jakarta Post, un periódico en inglés, no habla de otra cosa. Veámoslo.
   El gobierno es quien determina el horario exacto del ayuno (de salida a puesta de sol), y lo recorta, pues existe un agravio comparativo con otros países islámicos debido a la ubicación geográfica del país que obligaría a los fieles a alargar el ayuno unas horas. El cierre de locales como bares, salas de fiesta o centros de masaje también es por decisión gubernamental y a pesar de las quejas de las confesiones minoritarias.
   Diversos artículos hacen alusión al significado del Ramadán, que debería servir para “purificar el alma”. La sura Al-Baqarah 183 de El Corán se interpreta como que la obligación del ayuno es para conseguir un grado de piedad, o sea mantener viva la fe y alejarse del pecado. Sin embargo, se hace más “feasting” que “fasting” (fiesta que ayuno). Sorprendentemente la demanda de comida en Indonesia es muy superior a la de cualquier otro mes del año y la productividad cae sensiblemente. Los hoteles de Jakarta anuncian menús especiales en esos días en que las mujeres solo pueden cocinar tras la puesta del sol; mientras la familia espera, entretiene el estómago comiendo dátiles o bebiendo kolak, una mezcla de leche de coco, plátano, boniato, fruta y azúcar de caña. Para algunos articulistas la mayoría de la población no tiene claro el significado sagrado del ayuno.
   Me divierte enterarme de que durante este mes ser generoso, no enfadarse o leer El Corán dará al individuo muchos más puntos a los ojos de Alá que en otras épocas del año. Al parecer las lecturas sagradas multiplican entonces su valor por 27.
   Es sabido que no comer y sobre todo no beber durante muchas horas tiene consecuencias. Las elevadas temperaturas favorecen la deshidratación y esta, las distracciones, como queda patente por el aumento de accidentes de tráfico. Un médico que parece no tenerlo en cuenta escribe que la actividad física es más aconsejable que asumir la bajada de ritmo del ayuno. El ejercicio, dice, ayudará a convertir la grasa en glucosa, manteniendo despierta a la persona.
   La guinda se la lleva una opinión referida a una nueva ley de la isla de Sumatra que prohíbe a las mujeres Aceh (enseñan el Islam y sirven a Alá) estar en los bares después de las once de la noche: “Las enseñanzas del Islam no deben cambiarse para hacerlas compatibles con el mundo moderno. Las reglas de Alá están por encima de las de los hombres, como la de los derechos humanos. Entiendo que Indonesia es multicultural y multi-religiosa, pero no por ello debe suprimirse la enseñanza de la verdad.”
   Y así, preguntándome de qué verdad está hablando, pienso en Agus, que cumple a raja tabla con las muchas obligaciones religiosas diarias que entorpecen su actividad laboral. Siempre que su grupo se sorprende de las peculiaridades del país él se ríe y suelta: “Welcome to Indonesia!”.
(imagen libre de Dreamstime)





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